31 diciembre, 2006

Muerto Saddam no se acabó la rabia

Saddam en la horca


Con el ahorcamiento de Saddam Husein (dictador de Irak 1979-2003), se cierra una página de la Historia de Irak, pero de qué manera. La muerte de Saddam supone la ejecución “rápida” de un tirano, mediante un proceso legal de dudosa Justicia. Que se le ejecute por sólo 182 muertes, cuando en realidad causó miles de ellas con: la guerra contra Irán, la Guerra del Golfo, los ataques contra los Kurdos y la eterna guerra que destruye cada día al pueblo. Por tanto, lo justo hubiera sido una condena a cadena perpetua, pagando con la privación de su libertad y privilegios de por vida.

Sin embargo, la cuestión de fondo es la siguiente ¿realmente era Saddam tan importante?
Durante los años 80 fue el gran aliado de los EEUU contra Irán, en los 90 este mismo país lo declaró enemigo en una de las grandes guerras de esa década, y en la primera década del siglo XXI mediante una segunda parte de la guerra del Golfo, el régimen cae y Saddam es capturado.
Durante estos dos últimos años, el dictador dejó de ser tal y nada cambió en Irak. La guerra ha continuado, las facciones religiosas y militares se han seguido enfrentando, y el mundo no ha sido un lugar más seguro. Demostrando que las armas químicas y de destrucción masiva eran un recuerdo del pasado bélico del país arábigo, y una patraña de la coalición EEUU-GB y el segundo mandato de Aznar.

Así que si la imágenes de su muerte son reales o un montaje poco importa. Todo este proceso demuestra como las noticias en ocasiones no son más que un cuento barato, donde es muy difícil saber qué es real lejos de nuestro entorno. Segundo que los regímenes totalitarios no desaparecen con sus líderes, los partidarios y los mecanismos de control son los que realmente mantienen el terror, la muerte indiscriminada de inocentes y sobre todo, la inexistencia de los derechos fundamentales.


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